Todas las actividades económicas, en la medida en la que utilizan energía a lo largo de sus cadenas de producción, son responsables de una cantidad más o menos significativa de emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera. La actividad agrícola no es una excepción, al utilizar diversas fuentes energéticas para producir, fundamentalmente gasoil para mover la maquinaria. La suma de esas emisiones de gases es lo que se denomina huella de carbono. La preocupación por el medio ambiente y las políticas para frenar el calentamiento climático del planeta, han llevado a establecer unas limitaciones al gasto energético que hacen las empresas y los países.
Existen estándares internacionales para medir la huella de carbono y también empresas certificadas en estos. En el mercado internacional cobra mayor fuerza cada vez este tema y cumplir esos estándares se convierte en un arma comercial de venta, además de ser una obligación.