Sembrar un cultivo u otro y, dentro de éste, una u otra variedad no resulta una cuestión baladí. El agricultor se juega mucho al depositar la semilla en la tierra, su futuro y el de su explotación, pues la fertilidad de la tierra depende también de los cultivos que elija.
Una rotación inteligente mejora la rentabilidad total a medio y largo plazo, respecto a la siembra repetida de cereal.
Luego, dentro de cada cultivo, la elección de la variedad a sembrar debe hacerse con criterios de productividad, adaptación ambiental y posibilidades de comercialización.
Cada comarca, época de siembra, tipo de suelo, cultivo precedente, etc, presenta unas variedades más adaptadas que otras. Un buen conocimiento de las variedades puede garantizarnos con mayor probabilidad su éxito.
Además, la distinta calidad tecnológica de las variedades hace que puedan destinarse a unos u otros mercados, con precios diferentes y por tanto mayores rentas. Un buen trigo de fuerza, por ejemplo, puede valorarse en el mercado harinero hasta un 30% más caro en precio que un trigo para pienso.
Por otra parte, la elección de la variedad va a condicionar el resto de técnicas de cultivo a utilizar posteriormente: la época de siembra y dosis de semilla, el tipo de herbicida que tolera, su sensibilidad a enfermedades y los consecuentes tratamientos fungicidas, el manejo de la fertilización para aumentar o reducir la tasa de proteína, etc. En este artículo se dan pautas para hacer la mejor elección en función de todos estos aspectos.