La climatología, excesivamente lluviosa durante el otoño y excesivamente seca durante la primavera, ha marcado negativamente la campaña cerealista. En muchas parcelas no se pudo siquiera entrar a sembrar lo que ha incidido en un aumento de la superficie total en barbecho. Al final de la campaña, el calor abrasador y la sequía provocaron un asurado en todos los cereales que venían retrasados en su maduración. Las pérdidas de cosecha se estiman en torno al 20% respecto a las producciones del año anterior.