Hace 50 años, en Europa occidental, el objetivo primordial, lo que la sociedad exigía a los agricultores y ganaderos, era producir alimentos suficientes y asequibles para toda la población, para erradicar así uno de los males que aún asolan a buena parte del mundo, el del hambre y la malnutrición. Las políticas agrarias de la CEE se orientaron entonces a fomentar la intensificación y el aumento de la producción agraria, y a regular los mercados mediante subvenciones y controles, para garantizar su abastecimiento.
Hoy en día, a comienzos del siglo XXI, ese objetivo se ha logrado pero, como contrapartida, han surgido problemas por el abuso y las malas prácticas realizadas por algunos profesionales del sector primario. Las recientes crisis alimentarias, así como los problemas de contaminación ambiental que se derivan de un productivismo “salvaje”, han suscitado una nueva preocupación en el conjunto de la sociedad. La sociedad se ha sensibilizado y exige al sector primario no sólo que produzca alimentos, sino que los produzca bien. A ese fin se orientan las nuevas políticas agrarias. Las instituciones comunitarias han empezado a dictar leyes y normas con el objetivo de controlar y garantizar la calidad y seguridad alimentaria, la salud de la población, el bienestar animal y la producción respetuosa con el medio ambiente.