Es conocido que el estado nutricional nitrogenado de un cultivo está relacionado con el contenido de clorofilas en las hojas, de modo que un cultivo deficitario en nitrógeno, en un momento dado, presenta un color verde menos intenso que un cultivo cuyas necesidades nitrogenadas están satisfechas.
No obstante, a los agricultores les interesa conocer con exactitud el estado del cultivo mediante otros métodos más precisos que el visual, a fin de poder corregir a tiempo los posibles déficits nutricionales de las plantas.
Por lo tanto, dentro de las posibles estrategias a utilizar en el manejo de la fertilización nitrogenada se presentan los equipos de medición de clorofilas como unos instrumentos interesantes para lograr esa precisión deseada.
El ITG Agrícola planteó en su día unos estudios para determinar el grado de fiabilidad e interés práctico de estos medidores, en colaboración con la Universidad Pública de Navarra. Se han analizado 24 ensayos en 6 campañas diferentes, desde 1997. Se ha evaluado el papel de los medidores de clorofila en tres aspectos:
- Capacidad de identificar parcelas en las que un aporte de Nitrógeno (N) tardío incrementaría la producción.
- Capacidad para decidir si un aporte suplementario podría incrementar la concentración de proteína en grano.
- Capacidad de predecir la producción y contenido de proteína en grano para realizar separación de partidas.
Los resultados que se presentan en este artículo se centran en estudios realizados sobre parcelas de cultivo de Navarra, en variedades de trigo Soissons y Marius en zonas húmedas de secano, donde el rango de precipitaciones osciló entre 350 a 700 mm durante el periodo de cultivo. La elección del trigo en este estudio se basa en que se trata de un cultivo en el que la estrategia del fraccionamiento del aporte de N puede favorecer un incremento de la producción de grano, además de un incremento en el contenido de proteína en grano que en ocasiones es remunerado. Los ensayos se localizan en zonas húmedas, donde las probabilidades de precipitación resultan mayores que en otras zonas más secas y se garantiza que aportes tardíos de N, más allá de las coberteras recomendadas, puedan ser incorporados en el suelo con el agua de lluvia. Las conclusiones por tanto también podrían ser aplicadas a zonas de regadío.