En el artículo “Bioseguridad en explotaciones porcinas I”, publicado en el número anterior de esta revista, revisamos desde diferentes puntos de vista la importancia de la bioseguridad para garantizar la sanidad y rentabilidad del sector porcino.
En ese artículo hicimos hincapié en algunos elementos constructivos importantes como el vallado perimetral, el sistema de desinfección para vehículos que accedan a la explotación y las mallas o redes pajareras. Estos tres elementos, en especial el vallado, delimitan el perímetro de la explotación convirtiéndola en una zona “limpia” que debemos proteger de los peligros del exterior.
Sin embargo, de nada sirve que la explotación esté correctamente equipada con los elementos constructivos necesarios si el personal, por falta de formación o concienciación, no hace un buen uso de los mismos.
El factor humano es clave para que las prácticas de bioseguridad se lleven a cabo correctamente. El personal que trabaja en las explotaciones debe tener formación suficiente, comprometerse y actuar con profesionalidad en materia de bioseguridad. El responsable de la explotación debe garantizar, por tanto, que todo el personal esté formado y tome las medidas adecuadas para minimizar el riesgo de introducción de agentes infecciosos o de cualquier otro elemento que pueda representar un riesgo.
En este segundo artículo de la serie vamos a analizar las situaciones de riesgo en las que el personal de las explotaciones debe extremar sus precauciones por motivos sanitarios.