En el número anterior de Navarra Agraria iniciamos una serie de artículos que analizan la relación entre la fertilización, como práctica agrícola, y el respeto al medio ambiente.
Como ya decíamos, nuestro objetivo es divulgar qué prácticas resultan las más adecuadas para compaginar la rentabilidad agraria y el equilibrio del entorno natural.
En este segundo capítulo analizaremos las materias orgánicas aplicables en agricultura. Se trata de unos productos que mal utilizados pueden originar considerables problemas medioambientales. Sin embargo, cuando se utilizan bien, suponen un importante aporte de materia orgánica y nutrientes para el suelo y los cultivos, permitiendo a la vez el reciclaje de un subproducto con un mínimo impacto medioambiental. Además, al permitir la disminución del aporte de abonos minerales, proporcionan un considerable ahorro económico para el agricultor y un importante ahorro energético derivado de la fabricación de abonos minerales, especialmente nitrogenados.
Debido a los problemas medioambientales que pueden originar, las Administraciones públicas regulan el uso de abonos orgánicos a través de diferentes normativas tanto fomentando un buen uso de los mismos como limitando prácticas inadecuadas.
Como se habrá observado, nos referimos a abonos orgánicos en lugar de a residuos debido a que si un subproducto agrícola o ganadero reúne las condiciones adecuadas y es bien utilizado, pasa a ser un abono orgánico y supone un excelente recurso.
Las posibles fuentes de materia orgánica son muy variadas. Aunque los restos ganaderos supongan la inmensa mayoría de los abonos orgánicos aportados en agricultura, en torno al 97%, cada día encontramos más variedad de productos susceptibles de ser utilizados. En este artículo se analiza las formas y cantidades de aplicación justas para conseguir un ahorro de abonos minerales sin causar efectos medioambientales negativos.